Algún buen día mi padre me
dijo que si quería perder mi virginidad, él me podría llevar a una casa de
citas, para hacerlo con una buena prostituta. Hasta que un día le acepte y
salimos a ese lugar. Era una casa normal, como cualquier otra, ubicada en pleno
centro de la ciudad, a unas cuantas
cuadras del parque central, nadie podía sospechar a que entraba tanto hombre
allí y lo que se hacia adentro.
Golpeamos un par de veces
y pudimos entrar, en la sala para mi sorpresa habían dos hombres ejecutivos, a
quienes dos mujeres les comía el pene sin parar, era la primera vez que veía
unos penes, además del mío, y estos eran enormes. A esa hora, había mucho
hombre cogiendo, por lo que no había chicas disponibles, la última la había adquirido
un morenazo, de tierras brasileñas.
Su piel era casi dorada y
tenía grandes músculos, alguien al oído
le expreso su intención de cedérmela, él se acerco y me dijo, que te parece si
la compartimos, no tengo problemas con eso,
mi padre quedo abajo y nosotros subimos al segundo piso, yo detrás de
ellos mientras el abrazaba a la chica y le acariciaba un pezón con esa misma mano.
Al llegar a la habitación por
fin se despego de la chica, y empezó a desabrochar su camisa a cuadros dejando
ver unos pectorales firmes y un abdomen marcado, sus tetillas algo peludas. Fue
hasta donde la chica y empezó a besarla, lo único que tenia era su jean azul,
era muy ágil con las manos, en un parpadeo le quito el sostén, las toco y mamo
de ellas, luego la muchacha cayo a la cama y él se acostó encima suyo. Por mi parte me desvestía, cuando voltee a mirar su
jean estaba casi a las rodillas, su pantalón había bajado, podía deleitarme
viendo ese trasero grande y moreno empujando con fuerza, cada vez mayor. Todo
era musculo.
Ella gemía, él también
pero más despacio. Me acerque a la cama, vi el placer que tenía en su cara, el
agarraba fuerte la sabana con su mano izquierda, al verme, se sostuvo de mi pierna para
apoyarse, yo tenía calzoncillos aún, “quítatelos”, y aún encima de ella intento
bajármelos, a lo cual accedí, ya estaba erecto, él seguía en lo suyo, me
presiona fuertemente la pierna, su mano sube a mi pene y lo empieza a masturbar,
creo que involuntariamente. Besa a la mujer en el cuello y veo como sus ojos
hacen fuerza, sabe coger a una mujer a la perfección.
De la nada la puerta se
abrió y apareció un hombre con un machete, justo cuando el brasileño se corría
dentro de ella y clavaba todo su miembro viril. Se hizo a un lado, el miembro estaba más
grande que nunca, bañado en semen, totalmente empapado, el señor en machete era
el esposo de la mujer, “viejo, en serio, no sabía que era su mujer, yo solo
vine a comer hembra.” La agarro del cabello y el saco arrastrado, desnuda, apenas se oían los gritos, la dueña del lugar
entro, se disculpo y que ya mandaría a otra mujer para el servicio, puesto que
esta se prostituía a espaldas de su marido.
Cerró la puerta y quedamos solos los dos. Apenas podía
dejarle de ver ese pene, seguía duro y firme, yo diría que más al haber sido
ejercitado una y otra vez, estaba todo embardunado de semen, bañado en leche,
escurría. Aún te sigue dura, y se la miro, “llevo uno y aguanto tres, habrá
que esperar a la próxima que venga, me traes una toalla, para limpiarme.”
Volé por ella, pero en vez
de entregársela para que se secara lo hacía yo mismo con mis propias manos,
pude tocársela, sentir lo dura que estaba, solo comparable con la de un toro en
apareo. Mis dedos llenos de su semen, que por cierto había sido bastante lo que
boto el man. Sin embargo quedo pegajosa, y para ayudarle y echarle una mano,
use mi lengua a través de ella. Probaba verga brasilera, pene de verdad, y de
macho.
Sabia deliciosa y más
sabiendo de quien era, él lo único que hizo fue tomar el control y prender la
tele, y ponerlo en deportes, yo seguía saboreándola. Sabía que no estaba bien,
pero algo me decía sigue, sigue. Pare, es mejor que me vaya, le dije y cometí
el error de ponerme en cuatro al recoger
la ropa en la cama. Se paro y en un parpadear estaba detrás de mí, encaramado.
No tuve tiempo de reaccionar cuando sentí su pene entrar, tan fuerte y duro,
una vez adentro fui su perra, quien calmaba sus anisas de sexo, a cabalgar.
Era culpa mía, como se la
había chupado, lo había dejado caliente y ahora enfrentaba las consecuencias,
para, para, duele mucho. “Ya te acostumbraras”, y si duele y duele mucho, pero
también era tan delicioso. Sus piernas velludas cerca a mi cuerpo, sentir su
aliento, el golpeo de nuestras caderas, o más bien de su cadera que chocaba,
alcanzando ver estrellas, sintiendo su vello púbico. Lo había visto en algunas
películas pornográficas, pero ahora era real, mi padre tan cerca sin saber que
estoy siendo comido por otro hombre de mi misma especie.
Por esa misma razón no
podía gritar mucho como lo hubiera querido, él no paraba en su movimiento constante
y violento, el testero de la cama no paraba de sonar. En ese momento que agarre
fuerte al testero de la cama, en la parte inferior y deje que el brasilero
hiciera todo el trabajo. En ese cuarto se habían cometido tres actos impuros,
uno, acostarse con la esposa de otro, dos mamar verga y tres, ser penetrado de
esa manera.
Apenas recobraba el
aliento, y él parecía no terminar, pero
llego a la cumbre cuando sentí su leche calentita salir, ahí se detuvo un rato,
para darme tres o cuatro estocadas más que acabaron el trabajo. Por fin la
saco, llena de esperma, se sentó y abrió las piernas y con el dedo me indicaba
que me acercara a limpiársela nuevamente. Y allí me metí, entre sus piernas mi
cabeza, la cual el presionaba.
Por esa misma razón no podía gritar mucho como lo hubiera querido, él no paraba en su movimiento constante y violento, el testero de la cama no paraba de sonar. En ese momento que agarre fuerte al testero de la cama, en la parte inferior y deje que el brasilero hiciera todo el trabajo. En ese cuarto se habían cometido tres actos impuros, uno, acostarse con la esposa de otro, dos mamar verga y tres, ser penetrado de esa manera.
“Para, para, que aún queda
un polvo más”, y apenas la deje en paz, entro la mujer que nos habían mandado,
la cual el brasilero recibió e hizo suya, de todas las formas posibles, en la
cama, contra la pared, el suelo, donde fuera.
La mujer recibió su buena dosis de sexo. Con contar que la dejo tumbada
en la cama, sin poderse levantar.
Acabamos de vestirnos y
salimos juntos al primer piso, yo no podía creer que semejante hombre me había
comido. Ya en la recepción nos separamos y su destino incierto, por cierto que
papá creyó que había perdido la virginidad, aunque de cierta manera si lo fue,
pero no conoció como.
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